lunes, 22 de septiembre de 2008

. Ellos son tan distintos que nadie nunca jamás hubiera pensado que se convertirían en amantes.
. Sus vidas se encuentran separadas mínimo por un océano. Sus historias los separan, sus proyectos, sus miedos y anhelos. Ella piensa todo, todo por demás, hasta hacerle mal. Él no piensa nada, vive al día. Libre dice ella, perdido dice él.

. En otra dimensión se encuentran. Donde ella no le tiene miedo y donde él se inquieta, donde se vuelve sensible. Allí él piensa, se asusta. Allí ella toma las riendas, disfruta. Los dos saben, sospechan o conjeturan que en presencia lo suyo no resultaría, pero no pueden dejar de desearlo. Los amantes siempre quieren más.
. Ella no recuerda bien como empezaron. Recuerda la primera impresión, rechazo absoluto. Por qué le siguió hablando no sabe. Tiene una vaga idea de cómo el erotismo la fue ganando, pero no es más que una vaga idea. El que recuerda mejor es él, pero se niega a contarlo. “Esto no es normal” dijo él. Pero ella no piensa, la normalidad es un concepto. Ella siente con su cuerpo.
. Él por algún motivo se volvió cauto. Cobarde. Cómo le gusta a ella su cobardía disfrazada de sensatez. El hecho es que aún no se tocaron. Ni piensan que tal vez no lo hagan nunca.
. Él es mejor amante que algunos que durmieron en su cama. Y ella es mala, muy mala, y nunca la maldad lo cautivó tanto.


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